18 de Agosto de 2025 | Medellín, Antioquia | Cristin Serrano, Periodismo UCN

El sábado no hubo ruta. Fue un día distinto: sin relojes, sin el bullicio de las carreteras, sin la tensión de los relevos. Un espacio breve para descansar, escuchar historias y recuperar fuerzas antes del último esfuerzo. La pausa sirvió también para que los vínculos se afirmaran; entre conversaciones sencillas y silencios necesarios, el grupo se preparó para cerrar una ruta inolvidable.

El domingo, con el sol asomando sobre el Caribe, Barranquilla esperaba como la meta soñada. El pelotón, diverso y colorido, parecía un solo cuerpo moviéndose al mismo compás. Jóvenes y veteranos, mujeres y hombres, ciclistas de toda clase compartían el mismo propósito: llegar. Lo que al principio parecía un grupo de desconocidos, al final se había convertido en una familia sobre ruedas.

El grupo de ciclistas parte desde Santa Marta al amanecer, con el sol asomándose en el horizonte. Créditos: Hope Media Colombia

En esa mezcla de perfiles resaltaban voces que daban sentido al fondo. Cecilia, con lágrimas aún frescas en la memoria, lo decía con franqueza: “Nunca había sentido tanto apoyo de personas que ni me conocían. Me recibieron con un abrazo, con felicitaciones, y eso me hizo llorar de alegría”.

También estaba don Luis, con 75 años. Es el mayor del grupo y pedaleó junto a sus dos hijas durante toda la ruta, mientras su esposa lo acompañaba en uno de los carros. Para él, cada kilómetro fue una prueba de resistencia y de disciplina, disfrutando del deporte del que se enamoró hace 60 años, pasión que heredó a sus dos hijas, que también participaron en esta edición. Para una de ellas, el momento más emotivo del recorrido fue la llegada a Santa Marta: “Es la primera vez que tenemos la oportunidad de salir todos en familia. Ninguno de nosotros conocía el mar y se nos dio la oportunidad”.

Don Luis, de 75 años, celebra junto a su familia y las medallas obtenidas tras completar la ruta. Créditos: Hope Media Colombia

Los jóvenes también se hicieron escuchar. Entre risas y cansancio, Santiago Villa resumía su experiencia en pocas palabras: “Ha sido duro, pero muy bonito. Uno descubre que es capaz de más de lo que cree”. En sus frases cortas se reflejaba la emoción de haber conquistado algo que parecía imposible.

Y entre todos ellos rodaba Winner Anacona, ex ciclista profesional que pasó de ser “el invitado especial” a sentirse parte del grupo. “Me pareció muy chévere, muy altruista. Aquí la gente se apoya, se cuida. Ya no me siento como el invitado especial, sino parte del grupo”, reconocía con sencillez. En su mirada se notaba la admiración: “Lo que más me sorprendió fue ver a los mayores, a las mujeres, dándolo todo. Yo creo que aprendí mucho más de ellos de lo que ellos pudieron aprender de mí”.

Winner Anacona recibe su medalla de manos del pastor Buitrago, en un gesto de reconocimiento y gratitud. Créditos: Hope Media Colombia

Cuando le preguntaron qué momento se llevaba grabado, no dudó: “El momento en La Floresta, compartiendo con los demás”. Palabras simples que confirmaban lo esencial de la ruta: más allá de los kilómetros, lo inolvidable fue la comunidad que nació en ella.

Todas estas historias tienen algo en común: ninguno de ellos pertenece a la Iglesia Adventista. Sin embargo, en la ruta encontraron comunidad, apoyo y un testimonio distinto de lo que significa vivir el evangelio. Descubrieron que la fe no siempre se predica desde un púlpito, sino también en una carretera, en un gesto solidario, en la compañía inesperada de quienes comparten el mismo esfuerzo.

Ese es, precisamente, el corazón de Esperanza sobre ruedas: salir de los templos y de los discursos formales, y acercarse a las personas donde están; mostrar un evangelio que acompaña, inspira y se vive en comunidad.

La llegada a Barranquilla fue un momento difícil de describir. Lágrimas, abrazos, ciclistas agotados que se felicitaban entre sí como si hubieran cruzado la línea más importante de sus vidas. Y en medio de esa escena, una joven lloraba, confesando sentirse “abrumada, sorprendida, por tanto cariño” de parte de personas que nunca había visto.

Un ciclista cruza la meta con los brazos abiertos, celebrando la victoria personal y colectiva. Créditos: Hope Media Colombia

Allí quedó claro que Esperanza sobre ruedas es más que un evento deportivo. Es comunidad, es testimonio, es evangelio en acción. Porque involucrar cada talento, cada recurso y cada iniciativa abre caminos, acerca corazones y, sobre todo, recuerda que la fe también se predica pedaleando juntos hasta la meta.

Crónica por: Diego Enrique García






NUESTRAS CREENCIAS
SUSCRÍBETE A NUESTRO BOLETÍN DE ESPERANZA

NUESTRAS CREENCIAS
NUESTRAS CREENCIAS

Las creencias adventistas tienen el propósito de impregnar toda la vida. Surgen a partir de escrituras que presentan un retrato convincente de Dios, y nos invitan a explorar, experimentar y conocer a Aquel que desea restaurarnos a la plenitud.

Leer más.


Síguenos en