Reflexiones para tí.

Humanismo cristiano I

No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. Eclesiastés 2:24.

La relación entre el cristiano y el mundo en que vivimos se ha prestado, a lo largo de los siglos, a dos extremos, ambos errados: Por un lado, están aquellos cristianos secularizados, para quienes la religión es solo un apéndice de su vida, como un adorno que los acompaña, pero cuya preocupación principal es gozar del mundo en que vivimos, o enfrentar sus luchas y desafíos lo mejor posible, sin mayor concentración en las cosas espirituales ni demasiada consideración por su destino eterno. Viven intensamente el aquí y ahora, y muchos de ellos también tienen una gran preocupación social, pues parecen sentir que lo único que importa es la vida actual, y las condiciones en que el hombre vive en este mundo.

Por otra parte, están los cristianos “alienados”, para quienes el todo excluyente de su existencia tiene que ver con Dios, la religión, la iglesia, que se despreocupan del mundo en el que viven, tanto en relación con sus goces como en cuanto a la lucha por mejorar su propia condición y la de la sociedad. Viven alienados de la realidad visible y, salvo lo estrictamente espiritual, hacen muy poco aporte a la sociedad. Suelen tener una religión un tanto egocéntrica, preocupados casi exclusivamente por su salvación individual, y algunos con muy poca solidaridad social.

Sin embargo, los aspectos legítimos que se encuentran en ambas posiciones pueden articularse y complementarse entre sí.

Conocemos la famosa frase de San Agustín: “Nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descanse en ti”. El ser humano, en su núcleo psicoespiritual, fue hecho para Dios, y a su semejanza, y encuentra el sentido de su vida, el propósito de su existencia, en su relación con Dios y en vivir para cumplir el plan del Creador para su vida. De esta relación con Dios encuentra el sentido, la inspiración, la luz, la orientación, la dirección y las fuerzas para toda su actividad terrenal.

Solo en armonía con su Creador y su voluntad moral el ser humano puede vivir en paz y cumplir cabalmente su actividad secular.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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