Reflexiones para tí.

Sobi

Cuando David llegó a Mahanaim, allí estaban Sobi hijo de Nahas, oriundo de Rabá, ciudad amonita; Maquir hijo de Amiel, que era de Lo-debar; y Barzilai el galaadita, habitante de Rogelim. Estos habían llevado camas, vasijas y ollas de barro, y también trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, miel, cuajada, queso de vaca y ovejas. Les ofrecieron esos alimentos a David y a su comitiva para que se los comieran, pues pensaban que en el desierto esta gente habría pasado hambre y sed, y estaría muy cansada. 2 Samuel 17:27-29.

Esperar al rey y rendirle honores cuando llega a visitar al pueblo es una realidad. Otra muy diferente es recibirlo como rey cuando llega huyendo, casi derrotado y temiendo por su vida.

Sobi y sus amigos reciben al fugitivo y a su gente, con todo lo que tienen. Pensar en las necesidades del otro debería ser una de las bases del cristianismo, pero nos hemos escondido detrás de la situación social, de la desconfianza y de los índices de criminalidad para no hacernos responsables por recibir, acoger y tratar bien a los visitantes.

No sé cómo será tu experiencia, pero conozco iglesias en las que las visitas son invitadas siempre por las mismas familias, porque si estas no las invitan, nadie lo hará. Duele ver la indiferencia con la que actuamos para con aquellos que llamamos hermanos. Da la sensación de que nos movemos por la vida pensando que los otros son los responsables por hacer sentir bien al recién llegado.

De estos versículos, también cabe destacar el tipo de alimentos que Sobi ofreció: trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, miel, cuajada, queso de vaca y ovejas. Aprovecha, y piensa qué podrías ofrecer, de tu heladera, a los visitantes, y qué ingredientes intentarías que ellos ni siquiera vieran.

Dicen que hospitalidad literalmente significa “amor a los desconocidos”. El problema está en que tratamos a la gente de nuestro vecindario, de nuestro trabajo, de nuestro lugar de estudio, de nuestra iglesia, de nuestra familia como si fueran desconocidos.

Verlos a menudo no significa conocerlos. Sentarse en la misma hilera de bancos no significa que no seamos –muchas veces– desconocidos. En el fondo, la hospitalidad es pensar en el otro antes que en mí mismo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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