Reflexiones para tí.

El centurión romano

Y el centurión, que estaba frente a Jesús, al oír el grito y ver cómo murió, dijo: “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. Marcos 15:39.

Quizás haya participado de las burlas de sus soldados. Quizá miró para otro lado cuando sus soldados se divertían con el Inocente. Pero, estando al pie de la cruz, es imposible mirar para otro lado. Al pie de la cruz, el Cordero que muere ocupa todos tus pensamientos, tu mirada, tus ideas, tus palabras. Al pie de la cruz, solo hay lugar para reconocer al Salvador.

El sacerdote, a unos pocos kilómetros del Calvario, veía como el cordero se escapaba y cómo el ángel rasgaba la cortina del Templo. Las mujeres, a unos metros de la cruz, veían al Maestro agonizar y morir. El centurión, al pie de la cruz, reconoce al crucificado como Hijo de Dios.

No importa tu condición religiosa ni tu conocimiento teológico. Lo que marca la diferencia es cuán cerca estás de la cruz. Quizá tú, como el sacerdote, estés tan ciego en tus ritos que no consigas llegar al pie de la cruz. Puede ser que, como las mujeres, estés mirando de lejos a Cristo. El miedo, la prudencia mal entendida, el dolor… los motivos pueden ser muchos; pero si te mantienes a una distancia cautelosa de Cristo, no escucharás su voz que quiere bendecirte, no verás sus manos y pies marcados por la furia de los clavos, y por el amor por ti.

El pagano, incrédulo y –quién sabe– hasta quizá burlador centurión, por una obligación laboral y por una orden militar, estaba en el lugar ideal para sentir el poder de Dios. Y, como no podía ser de otra manera, Cristo levantado en la cruz atrae a todos a sí mismo. Al centurión, también.

Cuando estamos cerca de la cruz, naturalmente damos testimonio de su poder. La declaración del centurión coloca un punto final al ministerio terrenal de Cristo repitiendo la afirmación de Dios que se escuchó en el Jordán cuando Juan lo bautizó.

Y tú, ¿dónde estás?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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